Las aguas residuales a menudo emanan olores desagradables, ocasionados principalmente por la presencia de sulfuro de hidrógeno (H2S), más conocido como ácido sulfhídrico.
Este gas —que, además de formar parte de las emisiones producidas como resultados de la actividad industrial, está presente en los gases volcánicos, aguas termales, sales de roca y en el gas natural, se caracteriza por tener muy mal aroma.
Para las plantas de tratamiento de efluentes y de potabilización, el control de olores del agua residual es un proceso clave, ya que ayuda a evitar situaciones que pueden impactar negativamente en los trabajadores y en los habitantes de las regiones aledañas a las instalaciones.
En este artículo, abordamos cuáles son los mecanismos que se utilizan en las estaciones de tratamiento de aguas para mitigar la incidencia de los aromas nocivos y desagradables.
El mal olor emana predominantemente del compuesto químico del sulfuro de hidrógeno (H2S), un gas incoloro que es subproducto natural de los entornos sépticos, o bien de los procesos de digestión anaeróbica.
Este tipo de digestión se utiliza habitualmente para tratar residuos líquidos en las plantas de tratamiento de aguas residuales, ya que colabora en la creación de un entorno carente de oxígeno.
Se trata de un ámbito parecido al que se encuentra en alcantarillas y sistemas de recogida de efluentes en los que se han vertido residuos humanos que, al cabo de un tiempo, producen afecciones sépticas que derivan en aromas nauseabundos.
En primer lugar, la vigilancia es imprescindible para abordar o gestionar las quejas de la comunidad o de las personas que habitan áreas residenciales cercanas, ya que estos olores pueden causar molestias, afectando su vida cotidiana.
Cuando se encuentra a niveles bajos de concentración en el aire, el aroma del H2S se suele equiparar al olor de huevos podridos. No obstante, en concentraciones elevadas, el olor se vuelve más dulce. Este escenario, lejos de ser inocuo, representa un enorme riesgo para las personas.
De hecho, aunque la exposición a concentraciones bajas puede causar irritación en los ojos, nariz o garganta, estar expuesto a concentraciones altas puede producir daños severos en la salud, causando, por ejemplo, dificultad respiratoria, hipotensión y mareos, entre otros síntomas. Vale aclarar que en concentraciones de entre 150 a 200 ppm, produce fatiga olfativa, lo que hace que la persona no perciba su olor.
En segundo lugar, el control de olores es clave para abordar la seguridad pública y la salud del sistema de recogida de aguas. Como mencionamos, aunque las concentraciones de las alcantarillas y las plantas de efluentes son bajas, las concentraciones elevadas de H2S pueden ser mortales para los seres humanos.
Por otro lado, pequeñas concentraciones de este gas pueden ser corrosivas para las superficies metálicas y el hormigón. Por eso, vigilar los olores tiene ventajas adicionales en lo que respecta a planes de gestión de activos de las empresas de servicios públicos y la seguridad de los operarios.
El control del olor de las aguas residuales es el proceso a través del cual se busca evitar que se formen malos olores en las aguas de residuo.
Esto puede llevarse a cabo mediante tratamientos en fase líquida (dentro del agua residual) o mediante mecanismos en fase vapor (capturando y tratando el vapor que sale del proceso de tratamiento).
En las soluciones de control de olores en fase líquida, los productos químicos se introducen directamente en el líquido de las aguas durante el proceso de tratamiento.
El control de olores en fase líquida tiene como objetivo prevenir la aparición de olores nocivos, o bien tener un mayor efecto de mitigación, debido al punto en el cual se interviene con la solución química.
Se trata de técnicas que apuntan a tratar el vapor de aire resultante de los procesos de tratamiento. Dentro de esta categoría, podemos encontrar diferentes procedimientos:
Durante años, la depuración húmeda fue la tecnología predominante. No obstante, este mecanismo requiere muchos recursos, especialmente agua, productos químicos y electricidad. Los sistemas radical hidroxilo también utilizan esos mismos recursos, aunque con una molécula de origen natural.
Mientras tanto, los sistemas biológicos de control de olores van ganando terreno, debido a que consumen menos agua y electricidad y no requieren el uso de productos químicos.
El objetivo del control de olores es vigilar y repercutir positivamente en la calidad del aire.
De modo que, al reducir las sustancias químicas expulsadas a la atmósfera, las tecnologías usadas en las plantas de tratamiento de efluentes también contribuyen a minimizar los efectos del cambio climático.
En Ecopreneur, contamos con la experiencia y la tecnología necesarias para brindar soluciones eficientes para el control de olores de las aguas residuales. Si querés más información sobre estas técnicas, contactanos.